lunes, 9 de mayo de 2011

Determinación


Era mitad del siglo XIX y se escuchaba en las oficinas de la escuela primaria de un pequeño pueblo de Ohio, en los Estados Unidos, la siguiente conversación: «El niño tiene un leve retraso mental que le impide adquirir los conocimientos a la par de sus compañeros de clase, debe dejar de traer a su hijo a esta escuela».

A la mujer no pareció afectarle mucho la sentencia de la maestra, pero se encargó de transmitirle a su hijo que él no poseía ningún retraso y que Dios, en quien confiaba fielmente desde su juventud, no le había dado vida para avergonzarlo, sino para ser un hombre de éxito. Que a pesar de la sentencia, él podía cambiar su estrella.

Pocos años después, este niño, con solo doce años, fundó un diario y se encargaba de venderlo en la estación del ferrocarril de Nueva York.     

No fue todo, se dedicó a estudiar los fenómenos eléctricos y gracias a sus estudios logró perfeccionar el teléfono, el micrófono, el megáfono y otros inventos como el fonógrafo, por citar solo alguno.

Todo parecía conducirse sobre ruedas hasta que un día se encontró con un gran obstáculo, su mayor proyecto se desvanecía ante sus ojos, había buscado incansablemente la forma de construir un filamento capaz de generar una luz incandescente, pero que al mismo tiempo resistiera la fuerza de la energía que lo encendía.

Sus financistas estaban impacientes, sus competidores parecían acercarse a la solución antes que él, y hasta sus colaboradores se encontraban desesperanzados.

Luego de tres años de intenso trabajo, uno de ellos consideró que no valía el esfuerzo de romper un techo. Que el paralítico podía esperar a otro servicio.

«Thomas, abandona este proyecto, ya llevamos más de tres años, lo hemos intentado en más de dos mil formas distintas y solo conocemos el fracaso en cada intento».

Tenía razón y ya había dos mil excusas para no seguir intentándolo.

Pero este hombre tuvo determinación. Miró a su colaborador y le dijo: «Mira, no sé que entiendes tú por fracaso, pero de algo sí estoy seguro, y es que en todo este tiempo aprendí que antes de pensar en dos mil fracasos, he descubierto más de dos mil maneras de no hacer este filamento y eso me da la pauta de que estoy encaminado».

Pocos meses después iluminó toda una calle utilizando la luz eléctrica.

Su nombre fue Thomas Edison, y poseía la cualidad de los ganadores. La estirpe de los que triunfan. La llama sagrada de los que tienen la fiebre de oro del primer lugar.

Determinación.

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